P&P Café

 Café


En 1713, el rey D. João V ordenó al sargento Francisco de Melo Palheta viajar a la Guayana Francesa con objeto de conseguir en secreto semillas de café para sembrarlas en Brasil. En 1800, Brasil ya era uno de los mayores productores de café del mundo. Beber café se hizo popular en la cultura portuguesa y los granos de café provenientes de Brasil, Santo Tomé y Príncipe, Angola y Timor estaban entre los más apreciados a comienzos del siglo XX. En este juego, los jugadores dirigen compañías que producen, procesan y venden café a las cafeterías más exclusivas de la Bélle Époque portuguesa.
Así se nos presenta Café, un diseño de Luís Costa y José Carlos Santos «Rôla», responsables de Yinzi. El juego fue publicado por primera vez en 2020 por PYTHAGORAS en una versión multilenguaje (inglés, alemán, portugués y español). De las ilustraciones se encarga Marina Costa, siendo este su primer trabajo en el mundo de los juegos de mesa.



Hoy tenemos entre las manos uno de esos fillers que llegan al mercado sin hacer mucho ruido, de autores que tampoco es que lleven mucho tiempo expuestos en el panorama lúdico internacional. La cosa es que, hasta el momento, los señores Costa y Rôla han demostrado que tienen ideas interesantes y con diseños de diverso peso, teniendo como gran referente hasta el momento Yinzi, uno de los títulos de Spielworkxx de los que parece haber salido bueno.

Pero no nos desviemos, ya que hoy toca hablar de Café, un juego en el que, como ya supondréis por su nombre, nos convertiremos en maestros cafeteros con el objetivo de alcanzar el mayor prestigio posible siguiendo el proceso productivo del cultivo de una de las bebidas más consumidas en el mundo (junto al Agua, obviamente, y al Té). Vamos a ver qué tal se comporta en mesa no sin antes agradecer a Maldito Games la cesión de la copia que posibilita esta tochorreseña.



Café es un juego relativamente sencillo en el que, a lo largo de ocho rondas, los jugadores irán obteniendo unas cartas que muestran seis casillas en las cuales pueden encontrarse símbolos. Estos símbolos proporcionarán puntos de acción, acciones propiamente dichas o descuentos.

La gracia del asunto es que con cada punto de acción el jugador podrá activar un grupo de casillas de un mismo tipo de acción que se encuentren interconectadas entre sí ortogonalmente, por lo que el eje fundamental de la partida es lograr conectar los distintos símbolos de forma eficiente, pues cuanto mayor sea un grupo de un mismo símbolo, más beneficios obtendremos al activarlo con un único punto de acción.



¿El problema? Que el diseño nos obliga a solapar al menos dos casillas (y hasta un máximo de cuatro) de casillas que pertenezcan a cartas que ya se encuentren en nuestra zona de juego. Y claro, aquí comienzan los dilemas, pues en cada turno el jugador siempre tendrá la opción de escoger entre tres cartas visibles, con la única restricción de que si la carta escogida muestra un símbolo de puntos de acción, el jugador deberá entregar un cubo de café de su reserva personal.

Tras esto, en función de los puntos de acción visibles en su zona, podrá ir activando grupos. Mediante estas acciones el jugador sembrará café, lo secará, lo tostara y, finalmente, lo entregará, pudiendo tener como destino una o varias cafeterías que se encuentren en las cartas del jugador, o bien colocarlos en la reserva personal para poder costear cartas futuras, aunque sin perder de vista el final de la partida, pues los jugadores deberán intentar equilibrar las reservas de cada tipo de café al puntuarse aquellos dos con menos unidades.



Y realmente no tiene mucho más. Ocho turnos en los que los jugadores están intentando completar un puzle hasta cierto punto exigente para generar un motor de producción de café cada vez más eficiente. Pero ocho turnos en los que estaremos completamente metidos en encontrar la mejor forma de colocar las cartas, con ese punto de visión espacial que generar más de un dolor de cabeza.

Porque está claro que el principio general del juego es intentar conectar los símbolos del mismo tipo de acción. Pero claro, aquí los autores se han esmerado en que nada encaje como a nosotros nos gustaría. Aquí es donde entra la segunda y crucial mecánica de puntos de acción, porque no tendremos que olvidar que nuestro objetivo es intentar obtener el mayor número de puntos de victoria, los cuales se dividirán casi a partes iguales entre cafeterías y cubos de café en la reserva personal.

Por eso escoger adecuadamente qué cubo de café devolvemos a la reserva a la hora de escoger una carta que aumente nuestro margen de maniobra, pues un paso en falso y podemos estar perdiendo uno o dos valiosos puntos de victoria.

Los dos problemas principales que le encuentro al juego son, por un lado, una total falta de interacción que, en su modo básico, se reduce a que el jugador que actúa en el turno anterior escoja la carta a la que más ojitos le estamos poniendo y que la que aparezca como reemplazo no nos venga tan bien según nuestra zona de juego. Fijaos si el juego es solitario que no incluye un modo en solitario propiamente dicho, sino que simplemente se quitan cartas del mazo y a intentar batir el récord personal de partidas anteriores.



Por otro, que es de esos juegos en los que cada turno se va haciendo más cosas y si no tenemos jugadores ágiles y resolutivos en la mesa se puede acabar generando un entreturno demasiado largo que desconecte a algunos jugadores. Es cierto que, al ser tan solitario, realmente podría resolverse la primera fase de selección de cartas y que ya luego cada jugador desarrollase su chiringuito de forma paralela confiando en que nadie va a hacer trampas.

Para intentar paliar esa falta de roce entre los participantes se incluye una variante avanzada muy interesante en la que, en vez de escoger de entre tres cartas, se revelan tantas como jugadores haya y los contendientes resuelven una puja para determinar qué jugador escoge primero, aunque no termino de verla especialmente afinada, pudiéndose dar situaciones en las que un jugador pasa pero tiene la suerte de que el que se sienta a su derecha acaba siendo el maestro, por lo que este jugador que no ha gastado ni un cubo de café se encuentra el segundo escogiendo, mientras que otros jugadores que sí hayan pugnado por ser el primero y hayan entregado café, pueden encontrarse escogiendo en último lugar.

Si el juego tuviese una duración mucho más extensa y/o una carga conceptual elevada, estos dos problemas serían bastante graves. Afortunadamente es un diseño muy contenido en ambos aspectos y resulta bastante agradable. Si estáis buscando un filler en el que se ponga a prueba la capacidad visual y de organización. Todos los jugadores deben resolver «el mismo puzle» pero buscando la forma óptima, desconociendo a priori el orden y las piezas de las que van a disponer. Este café transmite unas sensaciones similares, con muy poca interacción pero lo suficientemente ajustado para que siempre deje un buen sabor de boca, siendo un juego con, tal vez, un punto mayor de exigencia en comparación a los ejemplos mencionados.

Respecto al azar, es relativamente contenido porque no hay cartas claramente buenas o claramente malas, sino que más bien depende de la disposición de cada uno. Habrá ocasiones en las que una carta encaje de forma genial con lo desplegado por dos o más jugadores en sus respectivas zonas, mientras que en otras solo le vendrá bien a uno, que verá cómo le llega su turno sin que nadie la haya escogido.

Pasemos a la producción. Nos encontramos con un acabado correcto, donde tenemos unas cartas de gran tamaño, con buen gramaje, textura lisa y respuesta elástica aceptable. No se tienen en mano y solo se barajan al comienzo de la partida, por lo que no considero necesario el enfundado. Los cubos de madera para el café tal vez son un poco pequeños, pero cumplen su función. El reglamento no está muy bien estructurado que digamos, dejando conceptos clave como el de no poder colocar cubos donde ya hay cubos (con la excepción de las cafeterías aun sin completar) para paginas posteriores a aquellas en las que se explica la acción, pudiendo llegar a no aplicarse una norma (aunque por sentido común se saca).



A nivel visual es un juego que genera sensaciones encontradas. De primeras puede resultar tremendamente soso, con unas cartas sin apenas ilustraciones más allá de los símbolos de las acciones y un motivo como de salpicado de café sobre un fondo predominantemente blanco. Con el desarrollo de la partida la verdad es que se agradece este aspecto minimalista que facilita la resolución del puzle. Si que llaman la atención tanto la portada como el reverso de las cartas, pero esto es algo que apenas tiene impacto sobre el juego desplegado.

Y vamos cerrando. Café es un filler que, a lo largo de ocho rondas, los jugadores tendrán que optimizar un puzle personal mediante solapamiento de cartas intentando conectar casillas de un mismo tipo para, posteriormente, emplear los puntos de acción visibles sobre estas cartas en activar grupos de casillas del mismo tipo conectadas entre sí. Su mayor problema es una casi total falta de interacción (tan solo en el draft inicial pero no es muy intenso que digamos), pero al estar muy contenido tanto en carga conceptual como en duración de la partida, no llega a molestar (salvo que exijáis a todo tipo de juegos un nivel de confrontación elevado). Cumple su cometido, dejando una sensación de haber tomado un buen puñado de decisiones en poco tiempo.

Link de descarga:

https://drive.google.com/file/d/1WKpwXI0Gv7UPYrEbT6XyeVUlgCfcH_gW/view?usp=sharing

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